lunes, 1 de junio de 2015


LA PARRA DE UVAS Y LA MUERTE (San Antonio La Paz): 

En San Antonio La Paz, los cuentos en los que la muerte es el protagonista principal, tienen mucha aceptación entre la población de la comarca. Así, don Francisco Barrientos narra el cuento de "La Parra de Uvas y la Muerte". Don Francisco afirma que había un anciano que tenía como toda fortuna doce centavos, con los que compró tres panes blancos, ya que se encontraba muy hambriento. Pronto apareció un niño quien le pidió un pan, el hombre se lo dio de buena gana. Luego, regaló su segundo pan a una vieja y el tercero a otro anciano. Viendo que se habían terminado sus panes, el señor se disponía a buscar raíces para comer, cuando se le apareció el anciano a quien le había obsequiado un pan. Este anciano le regaló el costal de los deseos. Con este costal el hombre pudo comerse un canasto de quezadillas y pescados fritos.
El niño, a quien él también había dado un pan, lo gratificó concediéndole una mágica parra de uvas que tenía la virtud de que aquél que se subiera en ella no podría bajarse.

Por último, la vieja le concedió vida eterna, o, bien, tener el privilegio de morirse en el momento deseado. Al tiempo, el diablo y San Pedro discutían porque el primero quería llevarse al anciano a los infiernos y el segundo deseaba que siguiera viviendo. Entonces el diablo bajó a la tierra a traer al anciano; en seguida éste ordenó al costal encerrarlo. Cuando el diablo estuvo encerrado, el anciano le dio tal apaleada que ya no le dieron ganas de regresar y se quedó en el infierno.

Luego, la muerte decidió llevarse al anciano; llegó a su casa, tocó a la puerta e informó que llegaba a traerle. El anciano entonces dejó pasar a la muerte y la invitó a comer uvas. Cuando la muerte se subió a la parra y después quizo bajar, ya no pudo y así el mundo pasó sin muertos durante algún tiempo. Al fin el anciano dejó bajar a la muerte y ésta se fue. 


Pasaron los años y el anciano deseó morirse, entonces bajó al infierno y el diablo al reconocerlo no le dejó entrar. Entonces se fue al cielo con San Pedro, quien tampoco lo dejó pasar, pues había dejado a la muerte atrapada años antes. Entonces el anciano se dirigió al Padre Eterno quien si le dejó entrar a la gloria, ya que ese hombre le había dado pan en la tierra.

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