lunes, 1 de junio de 2015

LA PALOMA TORCAZ: 

Había una vez un guerrero valiente y apuesto.

Amaba la caza y así, con frecuencia, iba por los bosques persiguiendo animales. En una de sus cacerías llegó junto a un lago y, lleno de asombro, contempló a una mujer bellísima que bogaba en una canoa. El guerrero quedó tan enamorado que, muchas veces, volvió al lugar con el ánimo de verla pero fue inútil, pues, ante sus ojos, sólo brillaron las aguas del lago. Entonces pidió consejo a una hechicera, la cual le dijo:

No la verás nunca más, a menos que aceptes convertirte en palomo.

¡Sólo quiero verla otra vez!

Si te vuelves palomo jamás recuperarás tu forma humana.

¡Sólo quiero volverla a ver!

Si así lo deseas, hágase tu voluntad.


Y la hechicera le clavó en el cuello una espina y en el acto el joven se convirtió en palomo. Este levantó el vuelo y fue al lago y se posó en una rama y al poco rato vio a la mujer y, sin poderse contener, se echó a sus pies y le hizo mil arrumacos. Entonces la mujer lo tomó entre sus manos y, al acariciarlo, le quitó la espina que tenía clavada en el cuello. ¡Nunca lo hubiera hecho, pues el palomo inclinó la cabeza y cayó muerto! Al ver esto, la mujer, desesperada, se hundió en el cuello la misma espina y se convirtió en paloma. Y desde aquel día llora la muerte de su palomo.


EL HOMBRE QUE VENDIÓ SU ALMA: 

Cierta vez un hombre bueno pero infeliz decidió salir de apuros vendiendo su alma al diablo.

Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.

A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas una para cada día. Para el primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas. Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.

Kizín le dijo entonces:

Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.

Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.

Dímelo y te lo concederé.

Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan blancos.

Eso es fácil dijo Kizín.

Y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: "Este hombre me ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos".

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